Barroco electoral


¿Qué te dejó la campaña electoral? ¿Y las piezas de televisión? ¿Y los mensajes que se transmitieron?

Todas las campañas son iguales, pero esta fue más igual que las anteriores. Parecería que las campañas van a ser cada vez más iguales a sí mismas, cada vez más la caricatura o la parodia de una campaña. Las campañas son una especie de suspensión de la política para que aparezca el show electoral mediático. No hay ciudadanos sino electores, indecisos, franjas o nichos de mercado. No hay políticos sino candidatos, caudillos, líderes carismáticos. No hay ideas sino frases, consignas, eslóganes. Además, a esta altura hay elecciones internas, elecciones parlamentario-presidenciales, balotaje, elecciones municipales, plebiscitos, en fin. Las campañas son una industria que da de comer a mucha gente que funciona como amplificador o multiplicador de la propia campaña (medios, publicistas, politólogos, encuestadores, periodistas, noteros, etc.). Así, termina por ser fatalmente una especie de monstruosa multiplicación de sí misma, como el fútbol, los chimentos de la farándula, el programa de Tinelli. Habría que pensar en ir parando esa máquina de alguna manera.


En particular, esta campaña ya mostró inquietantemente la adquisición de vicios de segundo grado que las anteriores no presentaban en forma tan clara. Detengámonos un momento en una consigna que repitieron hasta el cansancio los periodistas, los politólogos, los candidatos: “esta es una campaña sin ideas y sin propuestas”. Es una frase tonta y sin sentido, ya que presupone que hay otras campañas que sí tienen ideas y propuestas, como si por definición el show electoral no fuera un juego de suspensión de ideologías, doctrinas y conceptos. ¿Por qué circuló y se instaló esa frase entonces? Porque nos hace creer dos cosas. Por un lado, que es esta campaña en particular la que se extralimitó, se descontroló y no pudo mantenerse en un intercambio civilizado de ideas o incluso de opiniones. Esconde que la campaña misma es precisamente esa extralimitación. Por otro lado, algo un poco más angustiante: es una forma de hacer creer que la campaña tiene todavía un afuera que la critica y la juzga. Que todavía hay periodistas, políticos y analistas que están por fuera, cuyo discurso no es parte de la trivialidad y la superficialidad del show. Es la campaña diciéndose a sí misma, como si fuera otra. Y lo que es más terrible: la frase misma se instala y se pone en boca de todos, como un estribillo o un ritual, vacía de sentido pero llena de tranquilidad y alivio para todos, repitiendo: “hay un mundo en el que una campaña puede ser profunda y civilizada, si hubiera habido debate, como en USA o en cualquier sociedad liberal desarrollada, la cosa hubiera sido distinta”. Como si el debate no fuera la institucionalización misma de la payasada mediática electoral.





¿Qué evolución de los medios te imaginas?

Políticamente, la peor. En caso de que no se corte o no se regule esa máquina infernal ligada al oportunismo, la haraganería, el facilismo, la ritualización de las prácticas, la fetichización y las adicciones generalizadas. En Argentina, por ejemplo, los medios son la principal pata de un poder lumpen posmenemista gigantesco tipo Miami que crece exponencialmente, tragándose todo: la cadena Macri - Narváez - Ricardo Fort es la evolución misma del poder a una especie de catch barroco monstruoso de mutantes, operados, psicóticos con dinero y sus signos convencionales más terrajas. Y entiendo que esto no es mera singularidad de la cultura argentina (aunque algo de esto haya), sino que tiene que ver con los condiciones estructurales favorables de la incubadora mediática.


(Extractos de una entrevista de Últimas Noticias, hecha por Dagoberto Rivero el pasado viernes 11 de este mes.)

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