De la ideología al fetichismo


A partir de La ideología alemana (1846) Marx hace un silencio acerca de las cuestiones espirituales. Ya no vuelve a hablar desde el eje ideología-representación-alienación. En El Capital (1870) parece estar concentrado exclusivamente en los aspectos económicos y técnicos del modo de producción capitalista. ¿Sencillamente dijo todo acerca de la ideología en tanto “lógica cultural del capitalismo industrial” y después se despreocupó del asunto? ¿Su interés migró desde la ideología (el fantasma del burgués) a la economía (la lógica del capital), institucionalizando así el divorcio entre un “marxismo de la ideología” vinculado al análisis de los asuntos espirituales o culturales (fantasma) del capitalismo, y un marxismo de economistas vinculado al análisis de la mercancía (objeto)? Es curioso, pero treinta años después, algunos escritos de un vecino de Marx iluminaban este asunto con una luz un poco diferente. Freud asigna un estatuto al objeto y otro al fantasma. Hay neurosis y hay deseo porque hay fantasma, y hay fantasma porque hay una fractura entre el fantasma mismo y el objeto. La psicosis tendría que ver con la ausencia de esa fractura y con la pervivencia atroz del objeto, que invade así, globalmente, todos los órdenes. Ahora bien. ¿Y si por alguna razón Marx pudo imaginar que la “lógica cultural del capitalismo” evolucionaba hacia formas cada vez más objetales y asimbólicas —formas cada vez menos vinculadas a la representación, al sentido y a la ideología, y más a la fascinación y a la adicción? ¿y si fetichismo (de la mercancía o del capital) es el nombre de estas formas? El silencio de Marx quizá cerraba una ecuación no de olvido de los aspectos simbólicos del capitalismo (ideología) sino de horror ante la muerte de lo simbólico en el capitalismo (fetichismo). Ahora hace ya un buen tiempo que la mercancía carece de discursos (jurídicos, morales, religiosos, dogmáticos o argumentativos) que la justifiquen o la legitimen. Es muda y despótica. Circula por pura adicción, pura compulsión: es propiamente, el vértigo helado del fetichismo de la mercancía que ha desplazado a las viejas formas ideológicas calientes del capitalismo. Vivimos sobre el chasis de un capitalismo completamente aideológico —o, digamos más radicalmente: asimbólico. Más que nunca liberada de toda cobertura enmascaradora o justificatoria, la mercancía parece circular solamente gracias a su propio funcionamiento mercantil, a la forma más pura de trieb o del empuje de la vida: el valor de cambio: obturación de cualquier investidura, de cualquier fantasma o significación. El fetiche como fascinación de la cosa —la cosa desinvestida, sin metáfora y sin aura. El hiperobjeto, la cosa profana.

(Del libro Cosas Profanas, recientemente editado por Trilce)

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